En diciembre de
2009 una multitud de chilenos, especialmente jóvenes, desbordó las calles
céntricas de Santiago para despedir, como se merecía, al director teatral y
folclorista Víctor Jara, asesinado apenas producido el Golpe de Estado de 1973.
La vida y obra del cantante nacional, con creaciones que emergieron desde las
tierras sureñas hasta diseminarse por todo el planeta, bien se ganó el homenaje
popular que le fue brindado entonces. No podía ser menos para quien pidió con
bella melodía el derecho de vivir en paz.
Aunque la faceta
más conocida de Víctor Jara en el arte fue la que derivó de sus canciones,
también tuvo otras no menores que le valieron el reconocimiento de sus pares y del público en general,
como ocurrió con la dirección teatral. Fue toda una vida, corta vida truncada
violentamente, la que dedicó al desarrollo de la cultura chilena y universal. Y
Víctor no solo gustaba de mostrar su fecunda capacidad artística, sino que
también dedicaba tiempo y energía a traspasar sus conocimientos y experiencia a
quienes se lo solicitaran, transformándose por ello en un maestro.
La dimensión
educadora del creador de “Te recuerdo Amanda” lo acercó a generaciones más
jóvenes que la suya, a la vez que lo vinculó con instituciones de diversa
envergadura, como la ex Universidad Técnica del Estado o la Casa de la Cultura
de Ñuñoa. En efecto, aunque muy poco se ha difundido que la tierra de los ñuños
(Ñuñohue) supo también del privilegio de contar con la entrega generosa de
Víctor Jara, lo cierto es que por estos pagos hubo quienes recibieron la
enseñanza del folclorista.
En el libro que
escribió la viuda de Víctor, Joan Turner, cuenta que “Él mismo tuvo la
oportunidad de desarrollar ese aspecto de su trabajo cuando, en 1963, se
dirigió a él Gregorio de la Fuente, entonces director de la Casa de la Cultura
de Ñuñoa (…) y le pidió que fundara una escuela de folklore. Con ayuda de una
de las integrantes de Cuncumén, Maruja Espinoza, Víctor organizó los cursos y
enseñó las danzas folklóricas que más le gustaban, mientras Maruja se concentró
en la enseñanza de la guitarra. En un par de años un grupo de alumnos numeroso
y entusiasta hizo posible la formación de un conjunto de intérpretes muy
animado, del que posteriormente surgieron varios solistas”.
Así es. Además de ser
apoderado del también ñuñoíno Liceo Manuel de Salas, Víctor Jara estuvo
directamente vinculado con el desarrollo cultural de esta comuna. Y en el
palacio Ossa, donde funciona desde 1953 la Casa de la Cultura de Ñuñoa y la
Biblioteca Municipal, y donde Víctor desplegó alguna vez sus conocimientos
folclóricos, no existe nada que lo recuerde, nada visible que haga memoria a la
presencia tan cercana de alguien que, por su grandeza, dio su nombre a un
asteroide: https://www.thisischile.cl/victor-jara-2/.
La mayoría de los
mortales no tenemos la habilidad o el don de transformar lo cotidiano en arte
(al menos del bueno, del superior). Sin embargo, creo, sí sabemos agradecer. Y
así como miles en ese diciembre de 2009, encabezados por la actual Presidenta
de Chile, retribuyeron a Víctor Jara por el legado que nos dejó, no estaría mal
que en esta comuna se hiciera un gesto propio y mínimo hacia quien, provisto de
un excepcional talento, formó y educó en el corazón de Ñuñoa.
Obviamente,
recordar a Víctor seleccionando una de sus canciones es tarea no menor. Sin
embargo, esta vez me inclino por un trabajo que muestra su faceta innovadora,
que lo llevó a experimentar en aquel tiempo (1971) con nuevas propuestas
musicales. En la canción El derecho de vivir en paz (mismo nombre del disco),
aparte del contenido poético humanista contingente y, a la vez, atemporal, Víctor
se atrevió a compartir sonidos que traspasan lo folclórico, con las guitarras
eléctricas de Los Blops. Hacer memoria tiene más validez si se hace con sentido
de futuro.
Video subido a Youtube por Victor Jara - Música
El derecho de vivir en paz
(Víctor Jara)
El derecho de vivir
poeta Ho Chi Minh,
que golpea de Vietnam
a toda la humanidad.
Ningún cañón borrara
el surco de tu arrozal.
El derecho de vivir en paz.
Indochina es el lugar
más allá del ancho mar,
donde revientan la flor
con genocidio y napalm;
la luna es una explosión
que funde todo el clamor.
El derecho de vivir en paz.
Tío Ho, nuestra canción
es fuego de puro amor,
es palomo palomar
olivo de olivar
es el canto universal
cadena que hará triunfar,
el derecho de vivir en paz.