viernes, 28 de abril de 2017

Con tinta sangre del corazón

Señalan muchos expertos que el bolero, el género musical, nació en la isla de Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX; es más, habría sido “Tristezas”, de José Pepe Sánchez, el primer bolero de la historia. También están los que, arqueológicamente, lo ligan con ritmos de la Inglaterra de un par de siglos más atrás. Lo cierto es que la conjunción cadenciosa de guitarras con percusiones, a lo que se agregó románticas letras que daban cuenta de los vericuetos del amor, generó canciones que fueron muy bien recibidas por los latinoamericanos y masificadas por discos, radios y, posteriormente, el cine. Aparte de Cuba, el bolero se asentó fuertemente también en países como México, de donde salieron algunos de sus más renombrados cultores, como Agustín Lara y el famoso trío de Los Panchos. Claro, Chile no se quedó atrás y Lucho Gatica alcanzó status de ídolo continental, con temas como “Contigo en la distancia” o “Tú me acostumbraste”. La verdad es que al parecer no hubo país de la América morena que no tuviera un renombrado autor, cuando no un célebre intérprete bolerista.

Cerca de Cuba, en el pequeño y también caribeño Puerto Rico, casi justo a mitad del siglo XX, el prolífico Benito de Jesús (mismo creador de “La copa rota”) dio nacimiento a uno de los temas más clásicos del repertorio del bolero, inspirado por esas típicas situaciones conflictivas que viven los artistas con sus parejas. El propio boricua lo contó en alguna entrevista: “Tú sabes que de los artistas a la gente le gusta estar hablando. Cuando salía para San Juan ella me daba un beso antes de irme. Un día la noté un poco triste, porque le habían llevado un cuento de que yo andaba con alguien, y cuando me despedí, ella quiso repeler el beso. Eso hizo que yo me fuera triste también. Cuando venía de camino en el carro, la primera frase que me salió fue: ‘No puedo verte triste porque me matas...’. Una vez en casa le dije que le iba a componer un tema y se lo comencé a cantar. Se me tiró encima a llorar y lloramos los dos”. Y así fue como nació “Nuestro juramento”, bolero que fue grabado prontamente por varios artistas, hasta que llegó a manos (u oídos) de un joven cantante ecuatoriano.

A la izquierda, Benito de Jesús; a la derecha, Julio Jaramillo

En Guayaquil, en 1935, vino al mundo Julio Jaramillo, quien daría un color especial al bolero de Benito de Jesús, al punto que uno de los apodos que recibió Jaramillo fue el de “Míster Juramento”. En la versión del ecuatoriano, versos como “Me duele tanto el llanto que tú derramas” se asumen de verdad muy dolorosos, pero con una extraña (o exquisita) dulzura que le imprime su melodiosa voz, que parece conversar con las cuerdas del requinto que pulsa su socio Rosalino Quintero. Fue tal el éxito continental que tuvo el oriundo del Guayas que muchos pensaron que esta canción era ecuatoriana. Bueno, a estas alturas del partido y como suele ocurrir con las obras clásicas, ya “Nuestro juramento” forma parte del repertorio clásico latinoamericano, el que en muchos pasajes de su historia está escrito “con tinta sangre del corazón”.


Nuestro juramento

No puedo verte triste
porque me mata
tu carita de pena
mi dulce amor.

Me duele tanto el llanto
que tú derramas
que se llena de angustia
mi corazón.

Yo sufro lo indecible
si tú entristeces,
no quiero que la duda
te haga llorar.

Hemos jurado amarnos
hasta la muerte
y, si los muertos aman,
después de muertos amarnos más.

Si yo muero primero,
es tu promesa
sobre de mi cadáver
dejar caer
todo el llanto
que brote de tu tristeza
y que todos se enteren
de tu querer.

Si tu mueres primero
yo te prometo:
escribiré la historia
de nuestro amor
con toda el alma
llena de sentimiento;
la escribiré con sangre,
con tinta sangre del corazón.

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