(Artículo que publiqué en enero de 2010 en
www.elmostrador.cl, por lo que las cifras están desactualizadas, aunque al ojo
estimo que pueden no haber variado mucho)
En la página web del Servicio Nacional de
Aduanas (www.aduanas.cl) se puede revisar una gran cantidad de estadísticas
sobre el comercio exterior de Chile. Para un ignaro, como yo, aquellas cifras y
denominaciones son como para marearse, por lo que sólo haré unos mínimos
alcances de lo que al pasar (al voleo) pude inferir de algunos datos que espero
no haber interpretado mal.
En primer lugar, que las exportaciones de
Chile al resto del mundo, entre enero y diciembre de 2009, sumaron un total de
49.938,2 millones de dólares (para los curiosos, en el mismo período las
importaciones totalizaron 38.826,1 millones de la moneda estadounidense). Si
comparamos con el monto total de lo exportado durante el 2008 (69.095,3
millones de dólares) podremos señalar que en el año que acaba de finalizar (2009)
la venta de productos chilenos al extranjero perdió alrededor de un 28 por
ciento: ¿la crisis que le llaman?
En segundo lugar, cómo no, los datos muestran
que los mayores ingresos de la exportación se generan por la venta de cobre y
sus derivados: poco menos de la mitad del total.
En tercer lugar, la variedad de productos que
se exportan desde Chile resulta asombrosa para quien no está acostumbrado a
mirar dichas estadísticas. A los consabidos metales, vinos, uvas, salmones,
merluzas, manzanas, etc., se agregan, por ejemplo, despojos de animales, goma
base para la fabricación de chicle, carraghenina (les dejo como tarea averiguar
de qué se trata este producto de nombre tan raro), el cuestionado aspartame,
calzones, preservativos y parches curita. ¿Quién lo diría, no?
Por último, alcancé a percibir que las ventas
de libros al exterior en el 2009, en su conjunto, alcanzan un ingreso por algo
así como 4 millones 25 mil dólares. Es decir, poco menos de un tercio que el
valor de las importaciones de estos mismos productos, para el mismo período (11
millones 420 mil dólares). En este sentido, y ya que no me detuve a revisar
otros productos exportados que cupieran bajo el alero de lo que genéricamente
llamamos y entendemos por cultura, parece que este rubro tiene poca incidencia
en las cifras (macro) económicas. Y eso seguramente siempre ha sido, es y será
así. No sólo en Chile. Y, tal vez, no debería preocuparnos mucho, pues la
cultura tiene una tremenda dimensión intangible y transita por rieles distintos
a las materias primas, las manufacturas y esas cosas.
Gonzalo Marín, coautor con Adrian Gouet del libro
"Memorias de un perro escritas por su propia pata", en Feria del Libro de Guadalajara
Distinta situación ocurre cuando analizamos
aquellos elementos culturales que reconocemos como propios y que nos lo
agradecen en Sudáfrica, tanto como en Australia, Francia o Canadá. Tengo la
sospecha que se podría hacer un no despreciable listado con creaciones
autóctonas que han traspasado nuestras difíciles fronteras físicas al revisar
canciones, poemas, novelas, pinturas, dichos populares, comidas o, incluso,
palabras. A propósito de vocablos, una anécdota. Al final de una entrevista
televisiva, al chileno Roberto Matta le pidieron que se despidiera de sus
compatriotas pronunciando algunas palabras; qué dijo el singular artista:
“poto”. ¿Será este término, con el sentido y uso que le damos en Chile, uno de
aquellos productos culturales de exportación?
Sin duda, en nuestras tierras han nacido
creadores y artistas que nos han hecho reconocibles en el resto del mundo.
Entre otros, el propio Matta, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta Parra, Osmán
Pérez Freire, Víctor Jara y muchos más ocupan un sitial de honor en este
aspecto. Y nunca les estaremos lo suficientemente agradecidos. Es cosa de
escuchar “Te recuerdo Amanda” en sueco o de ver un video de los famosos tres
tenores (Pavarotti, Carreras y Domingo) cantando el “Ay ay ay” para comprender
lo que señalo (https://www.youtube.com/watch?v=_hLOaKGhCGc).
Sin embargo, hay productos culturales
originarios de Chile que, pese a las comunicaciones globalizadas de hoy, no
hemos dimensionado como corresponde porque simplemente desconocemos las alturas
a las que han llegado. Constituyen parte de nuestro patrimonio inmaterial que
nos identifica ante el mundo y que es valorado en las más alejadas latitudes.
Incluso, nos podemos sorprender al observar o escuchar a reconocidos personajes
que lo recrean, bien allende Los Andes, como en el entorno del Mar
Mediterráneo, por ejemplo.
Italia, desde siempre creo, es reconocida como
una tierra en que el canto (y el del bueno) ha tenido creadores y cultores de
excepción. Tanto en la música llamada docta como en la popular. En este último
ámbito, quienes tenemos algunas décadas de vida (ni tanto tampoco, eh),
recordamos incluso toda esa avalancha que tuvo en el Festival de San Remo su
más extraordinario fomento. En ese certamen, en las décadas de los sesenta y setenta,
cada año se presentaban diez o más canciones y todas se transformaban en
éxitos. Lo mismo ocurría con los cantantes, fueran hombres o mujeres.
Plaza Venecia (centro de Roma)
Pues bien. Precisamente al despuntar los años
setenta, en Italia se hizo reconocido en forma masiva un artista llamado
Claudio Baglioni. Tanto, que su sello discográfico le pidió que grabara algunos
temas de San Remo para que adquirieran mayor difusión y fama (y se vendieran
más, por supuesto). Así tuvimos la oportunidad de escuchar, también en español,
a este romano de nacimiento con una canción que muchos deben recordar: “No
puedo enamorarme más”. Baglioni, que es toda una institución musical en Italia,
también se (nos) ha dado el placer de recrear grandes temas de otros autores,
como ocurre con “A salty dog”, una de las agradables composiciones del grupo
inglés Procol Harum. Pero no es el único ejemplo.
En efecto. He tenido la oportunidad de ver el
extracto de un programa de la televisión italiana, de algunos años atrás, en
que Claudio Baglioni, con mucha emoción y acompañado de, en ese entonces, un
Inti Illimani no separado (oh, paradoja), interpreta “El pueblo unido jamás
será vencido”, del músico chileno Sergio Ortega.
Hace unos meses, un amigo con el que llevamos
adelante iniciativas patrimoniales, Luciano Ojeda, escribió sobre un
descubrimiento que hizo de una hermosa obra: “The People United Will Never Be
Defeated, 36 Variations on a Chilean Song”, del compositor norteamericano
Frederic Anthony Rzewski. Ya en el título se reconoce su origen por estos
lares. Se trata, ni más ni menos, de variaciones para piano de la misma canción
de Sergio Ortega que canta Baglioni y que se puede escuchar en Italia, México,
España o Alemania: “El pueblo unido jamás será vencido”. He ahí, pues, uno de
esos ejemplos de creación que, con indiscutible tinte y paternidad de un
connacional, viajan y nos hacen reconocidos en el mundo. Son lo que llamo
patrimonio de exportación.
Por estos días, en Chile, tal vez algunos
sientan añoranza o rabia o pena al mirar el video que sugiero. No lo discuto y
no es mi intención deprimir a nadie. Tampoco deseo abrir heridas ni nada de
eso. Sólo pongo el acento en un hecho: hay creaciones culturales, con clara
impronta local, que han trascendido nuestras fronteras, que van más allá de las
clásicas referencias que solemos hacer a los artistas nacionales más conocidos,
que han pasado a formar parte del inventario patrimonial de la humanidad (o
buena parte de ella). Así, a Neruda, Mistral, Violeta o Valparaíso, también
debemos unir estas obras que son interpretadas en los lugares más disímiles del
mundo y que nos hacen, sobre todo en estos tiempos, reconocibles ante otros
ojos, otros oídos, otras sensibilidades.
Ya lo indicaba más arriba. Hay productos (si
pueden llamarse así) que no estarán nunca en una ninguna lista de aduanas. No
sumarán ni restarán números en una balanza comercial (salvo en la cantidad de
placas que crucen las fronteras o de actuaciones de algún artista en el
extranjero). No. Pero, por su mismo carácter inmaterial, por su condición de
alimentador del espíritu o de las esperanzas, estas creaciones culturales
intangibles, que llegan y son acogidas por tan vasto público en el mundo,
también forman parte de nuestras exportaciones. Y vaya que se agradece.
Video subido a Youtube por el usuario MaxuccioTV
El pueblo unido jamás será vencido
(Sergio Ortega)
De pie, cantar
Que vamos a triunfar
Avanzan ya
Banderas de unidad
Y tú vendrás
Marchando junto a mí
Y así verás
Tu canto y tu bandera florecer
La luz
De un rojo amanecer
Anuncia ya
La vida que vendrá
De pie, luchar
El pueblo va a triunfar
Será mejor
La vida que vendrá
A conquistar
Nuestra felicidad
Y en un clamor
Mil voces de combate se alzarán
Dirán
Canción de libertad
Con decisión
La patria vencerá
Y ahora el pueblo
Que se alza en la lucha
Con voz de gigante
Gritando: ¡adelante!
¡El pueblo unido, jamás será vencido!
¡El pueblo unido jamás será vencido!
La patria está
Forjando la unidad
De norte a sur
Se movilizará
Desde el salar
Ardiente y mineral
Al bosque austral
Unidos en la lucha y el trabajo
Irán
La patria cubrirán
Su paso ya
Anuncia el porvenir
De pie, cantar
El pueblo va a triunfar
Millones ya,
Imponen la verdad
De acero son
Ardiente batallón
Sus manos van
Llevando la justicia y la razón
Mujer
Con fuego y con valor
Ya estás aquí
Junto al trabajador
Y ahora el pueblo
Que se alza en la lucha
Con voz de gigante
Gritando: ¡adelante!
¡El pueblo unido, jamás será vencido!
¡El pueblo unido jamás será vencido!
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